Este ha sido mi segundo triatlón de larga distancia y ha sido, sin duda, el triatlón del miedo. Hice el primero en el 2017, hace seis años. Lo pasé tan mal durante la maratón, que llegué a meta sufriendo como un perro durante mas de tres horas y jurándome a mí mismo que no volvería a hacer uno de estos en mi vida. De hecho, lo primero que les dije a mis hijas en meta es que no me dejaran repetir nunca. Estaba contentísimo y orgullosísimo, pero totalmente destrozado.

Luego el tiempo fue borrando lo malo y dejando solo los buenos recuerdos (nuestro cerebro tiende a recordar las cosas como nos interesa), las niñas nunca me hacen caso al 100% y también se olvidaron de recordarme la prohibición y yo, que soy muy de buscar cosas difíciles que hacer para motivarme decidí, hace cosa de un año, volver a intentar terminar un Iron Man.

Así que me busqué uno que por fechas me viniera bien para entrenar, que no fuera especialmente duro, y que fuera en un sitio donde pudiéramos pasar un finde en familia disfrutando. Y me apunté al Ican de Gandía.

Llevo entrenando triatlón con mas o menos intensidad desde el 2015. Eso hace que mi forma física de partida fuera mejor que la que tenía en el 2017. Y entre eso, la experiencia y que ahora tengo mas tiempo disponible que entonces (las niñas se han hecho mayores), he entrenado muchas mas horas y muchos más kilómetros que la primera vez.

Esto me daba confianza.

Por otro lado, tengo 6 años más que entonces.

Eso me hacía dudar de haber entrenado lo suficiente.

El caso es que según iban pasando las semanas y se iba acercando la fecha de la prueba, se me iba haciendo un nudo en el estómago. Una sensación como la que siente el tío que se pone por la parte de fuera de la valla de un puente, con una goma atada a los pies y le dicen que va a tener que tirarse. En mi primer larga distancia iba a ciegas. En éste, sabía el precipicio al que me enfrentaba…

En resumen: estaba acojonado.

Y así, con miles de kilómetros hechos, cientos de horas echadas, sacrificios, dudas, miedos, nervios e ilusión, nos plantamos en el fin de semana de la carrera.

VIERNES

Salimos el viernes por la tarde. El plan es recoger a las niñas en el cole a las 3 para estar en Gandía antes de las 9 que cierran las inscripciones. Cargamos el coche, subo la bici a la baca, nos ponemos en marcha y, según giro las llaves para arrancar, la batería ha muerto y el coche no hace ni amago de arrancar.

Empezamos bien la aventura.

Afortunadamente mi hermana viene con nosotros y nos está esperando en la puerta de su casa. Así que la llamo, recoge a las niñas, se viene con su coche, arrancamos el nuestro con las pinzas, y conseguimos salir de Madrid casi a las 4.

Tenemos margen de sobra para llegar a Gandía, pero no paramos, porque tengo miedo de que la batería esté muerta y el coche no arranque. Menos mal que teníamos gasolina de sobra porque a las 7:30 más o menos llegamos a Gandía, aparcamos el coche, hago la prueba de arrancarlo y, efectivamente, la batería está muertísima. En fin. Ya estamos aquí y mañana es sábado, así que ya buscaremos donde cambiarla. Tengo a “Soluciones” Patricia en el equipo, así que puedo estar tranqui y preocuparme de lo mío.

Nos vamos directos a por los dorsales y a dejar la bici. Recogemos todo, nos encontramos allí con Alex y Bea, que ya han llegado. Entro en boxes a dejar la bici (las bolsas para las transiciones se dejan el sábado por la mañana) y nos vamos para el apartamento.

A las 21:30 hemos quedado para cenar. Manu y Alex hacen el half y han venido con Bea, Ampa y Eli, así que quedamos a cenar todos juntos en una pizzería. El clásico de pizza y pasta que no puede faltar antes de una carrera. Una cena super agradable que nos echamos, la verdad.

Y tras la cena, al apartamento y a dormir.

Duermo regular, tirando a mal. Sueño que tengo que saltar con la bici al hombro por encima de un arroyo por donde pasa peña nadando con neoprenos porque no llego a la salida… todo muy loco. Estoy acojonado.

A las 6 suena el despertador. Desayuno fuerte. Café, tostadas (casi una barra de pan), avena con arándanos, un trozo de chocolate… Visita obligatoria al señor Roca. Ritual de vestirse con el mono de triatlón. Vaselina, ajustar bien todo, que no roce por ningún lado, calcetines, zapas…

Tengo el estómago encogido y ganas de no ir a la salida.

Tengo más miedo que siete viejas.

Tuco se levanta para acompañarme y nos vamos para la zona de salida. Las niñas se quedan con mi hermana y apuran un rato más de sueño.

Llegamos a boxes. Dejo las bolsas con todo lo de la bici y todo lo de correr en mis perchas, dentro de la carpa que han puesto para que nos cambiemos los de larga distancia.

Salgo, me despido de Tuco y me meto para la zona de salidas, donde me reúno con Manu y Alex que han entrado antes. Una suerte, porque en lugar de masticar los nervios, estamos un rato de risas.

Se sale por “distancias” y por edades. La primera salida era a las 8 y se retrasa un poco. Al final, ellos salen sobre las 8:40 o así y nos quedamos solos los del Full. Salimos los últimos. Tiene que ser así, porque si no, en la bici se juntaría todo el mundo y sería un caos, pero es un poco putada, porque somos los que más vamos a tardar y encima salimos los últimos, así que la mayoría llegaremos de noche cerrada. Pero bueno… tiene que ser así, y hay que adaptarse.

A las 9:10 más o menos nos tiramos al agua y vamos nadando hasta las boyas de salida.

NATACION

Me coloco a la derecha del todo y detrás del mogollón, a unos 15 metros de la salida. Nos quedamos ahí flotando un par de minutos. Sobre las 9:15 suena la bocina y nos ponemos a nadar.

Según doy las primeras brazas, desaparece el miedo, los nervios y todo. Ya estamos metidos en harina. Toca echar el día haciendo deporte. Hay cosas peores.

En mi primer IronMan me entraron los nervios al principio de la natación, me entró la ansiedad y no podía respirar. Casi me cuesta tener que retirarme. Ahora sé que lo más importante es mantener la calma. Salgo suave, tranquilo, por la derecha del pelotón (si hay que regalar metros, se regalan) y pillo mi ritmo. Nado los primeros 500 metros lo más suave que puedo, deslizando, respirando bien y sin gastar.

Una vez pillado el ritmito, y cuando el pelotón se estira, es una cuestión de seguir suave, pensar que queda todo el día, que cuanto más descansado salgas del agua, mejor, e ir de boya a boya.

Poca más historia tiene la natación para los que vamos con el único objetivo de terminar.

Voy buscando canciones que cantar en mi cabeza. Pensando en mis cosas, como cuando nado en la piscina. Intentando distraer la cabeza para no pensar.

Y van pasando los metros. Y van pasando las boyas.

La única pega de la natación es que siempre respiro para el mismo lado, y los últimos 1000 metros me molesta un poco la espalda. Me apunto que tengo que entrenar más el respirar por la derecha, para la próxima. Pero no es grave, y ya no queda nada…

Salgo del agua en 1 hora y 16 minutos. He hecho 4.100 metros. Creo que he clavado el tiempo que hice en el 2017. Pero he nadado mucho más tranquilo, disfrutando y creo que he consumido muchas menos energías.

Nado mal. Y para mí, hacer una media de 1´50´´ /100m está bien. No es rápido, pero no es lento. Es mi ritmo en esta distancia. Ritmo de globero.

Así que primer tramo superado, y contento.

BICICLETA

Entro en la carpa a prepararme para la bici.

No tengo ninguna prisa, así que me quito el neopreno, me seco un poco, me doy bien de crema solar por todos lados, bebo agua con un gel que había dejado preparado, casco de bici, gafas, calcetines, calas y a por la bici.

El principio de la bici se hace por el paseo marítimo de Gandía, hacia el norte. Al final del paseo se gira a la izquierda, se callejea un poco y un par de km más adelante se sale a carretera abierta. Nada más enfilar la primera recta por el campo, me doy de bruces con lo que va a marcar todo el sector de bici. Sopla un viento de mil pares de c……, y los 20 km de ida entra prácticamente de cara todo el rato. Va a tocar una bici durilla.

Elegí este triatlón porque era totalmente llano, y eso te permite lanzar la bici, poner un ritmo “alegre” y mantenerlo sin mucho desgaste. Pero con este viento, toca cambiar de planes.

El circuito son cuatro vueltas y media de unos 40 kilómetros por vuelta. La ida con el viento en contra es como si fueras cuesta arriba. Y la vuelta, que te va empujando, te permite rodar rápido con menos esfuerzo.

Así que me lo planteo como si cada vuelta fuera una subida tendida y luego una bajada suave. Intento rodar acoplado a la ida, por aquello de ser más aerodinámico y que el viento me frene menos, y aprovecho la vuelta para relajar la postura, descansar el cuello (no estoy entrenado para ir 6 horas acoplado) y comer y beber en los tramos en los que el viento empuja.

Una de las cosas que he hecho bien es comer y beber mucho. Lo tenía entrenado, y ha sido fundamental para mantener la chispa durante todo el día.

En la bici me tomo un gel en el km 20, a media vuelta y una barrita en el 40, al principio de cada una.

Justo después del giro, en el paseo marítimo, tengo a toda la tropa animándome y aprovecho para hacer una paradita de unos 15 segundos, saludar, decirles cómo voy y seguir. 

En la primera parada con la familia aprovecho para pedir un ibuprofeno, porque noto que me empieza a doler la cabeza y no quiero que vaya a más.

La bici se hace larga. Extremadamente larga. Voy muy por debajo del ritmo medio al que me gustaría ir, pero hay que olvidarse de eso. Mi objetivo es terminar sin sufrir y para eso tengo clarísimo que en la bici hay que reservar. Cuanto menos gaste ahora, más tendré en la carrera. Así que toca olvidarse de la velocidad, fijarse en los vatios y tener paciencia.

Van pasando las vueltas y en cada una que damos hay menos gente. Todos los del resto de distancias han ido terminando y la carretera cada vez está más vacía.

A eso le sumas que a veces te doblan los buenos de Full, y es deprimente. Me pasan tíos que van rodando a 40 por hora y que están en la misma carrera que yo. Es de locos.

Hay que tirar de cabeza para mantenerte en lo tuyo, saber que esa no es tu guerra, que yo he venido aquí a lo que he venido, y que no tengo ninguna prisa. Como diría el sabio: prisa mata.

El dolor de cabeza ha remitido, pero me tomo otro ibuprofeno al principio de la cuarta vuelta. Por si acaso…

Y así, rodando sin forzar contra el viento y aprovechando las vueltas para mejorar un poco la media, me planto en la meta de la bici en 6 horas y 23 minutos. 184 kilómetros a una media de 28,4 km/h. Más lento de lo que me gustaría pero, dadas las circunstancias, no está mal. Y no he forzado en ningún momento. Me vale.

CARRERA

Entro de nuevo en la carpa y me lo vuelvo a tomar con calma. Dejo guardadito todo lo de la bici, me pongo las zapas, la gorra, me tomo un gel y salgo. Nada más salir están las chicas y mi hermana y me paro a saludar y a hacernos la foto de rigor.

Y me pongo a trotar.

La experiencia me dice que la carrera es lo más importante de la prueba y que los primeros kilómetros son clave.

En el 2017, al comenzar a correr, me encontraba perfecto. Así que me dejé llevar e hice los primeros 5 kilómetros a ritmo alegre. En el 12 me vino a ver el hombre del mazo y a partir de ahí tocó arrastrarse durante toda la carrera.

Mi objetivo aquí es evitar la pájara. Sé que tengo que trotar suave, y esperar a ver qué ocurre cuando vayan pasando los kilómetros.

Así que salgo trotando suave. El primer avituallamiento está nada más salir y me paro a comer un plátano, bebo agua y aprovecho para ir al baño.

El segundo km ya voy a ritmo, y veo que voy justo a 5´50´´ el km. Si lo comparo con mi ritmo en un maratón, es muy lento (en un día bueno corro a 4´30´´ de media), pero aquí la película es otra. Llevo un desgaste bestial, y sé que mantener este ritmo supondría terminar en unas 4 horas. Sería un éxito total.

Así que me propongo seguir lento en cada kilómetro.

Siempre que he hecho una prueba y que he terminado bien, la estrategia ha sido la misma: fijar el ritmo por km, y mantenerlo como un reloj mientras el cuerpo aguante

Así que en esta ocasión y viendo como voy, me planteo ir a 5´45´´ el km.

Cada kilómetro hago 200 o 300 metros, miro el GPS y, si veo que voy más rápido que eso, freno un poco. Ya habrá tiempo para apretar si quedan fuerzas en los últimos 10 km.

Intento no pensar en lo que me queda ni en lo que llevo. Me centro en el km que estoy y en mantener el ritmo.

Casi en todos los km, tengo que frenar un poco. Eso significa que las piernas me piden ir más rápido y la cabeza las tiene que controlar. Esto, que parece una tontería, te da una confianza de la leche. Al final, la maratón de un triatlón de larga distancia es un 30% piernas y un 70% cabeza.

Y el saber que puedes ir más rápido de lo que vas hace que tu cabeza no dude en ningún momento. Da una confianza bestial. Incluso me sorprendo pensando en cuánto podré apretar las últimas vueltas. Lo pienso, e inmediatamente me regaño por pensarlo. Sé que tengo que pensar en el km que estoy, y en nada más.

Lo de que los sectores sean varias vueltas al mismo circuito, en bici es un rollo, pero corriendo ayuda. Te permite dividir la carrera mentalmente, y encima aquí, cada vuelta son dos partes: vas al faro y vuelves, y vas hacia el final de paseo y vuelves. Dividir las distancias y poder descontar tramos así, ayuda mucho mentalmente. Al menos a mí.

Además, en cada vuelta pasas por los mismos sitios varias veces, el público se amontona en los cruces y la animación es brutal. Tengo a mi club de fans entregado y los veo a todos tres o cuatro veces por vuelta, que es una gozada.

En la carrera también sigo comiendo y bebiendo. Un gel con agua al principio de cada vuelta y un trago de coca cola, agua y medio plátano en medio. Hay que ir metiendo gasolina todo el rato, que como se te termine, se jodió. Y el cuerpo de eso no avisa.

La maratón son seis vueltas a un circuito de 7 km. 

Termino la primera vuelta. Fresco. Paso por el km 10. Sigo fresco. Segunda vuelta, y seguimos bien. La tercera ya es la de la media maratón. Mantengo el ritmo sin problema. Toca volver. Sigo rodando a 5´45 km y con la sensación de poder apretar más. La cosa pinta bien. Cuarta vuelta y me acerco al km 30. Sigo fresco. ¿Habrá muro entre el 32 y el 34? Dudas. Paso el 32, el 33 y el 34. Ni muro, ni noticias del muro. Sigo al mismo ritmo. Sigo disfrutando. Sigo fresco. Oigo a una del público que dice “joder ese, ¡¡va sonriendo!!”. Se me pone la sonrisa como la del Joker. Estoy disfrutando como un gorrino. Termino la quinta vuelta. Esto está hecho. Quedan 7 km. No te flipes, que son muchos. Pero me flipo. Subo el ritmo. Un poquito, que ya llego. Me planto en el último avituallamiento y quedan 3. Y me dejo llevar. El 40 a 5´25. El 41 a 5´16´´. Y el 42 ¡¡a 4´55´´!!

¡¡Ni en mis mejores previsiones!! ¡¡De locos!!

Enfilo la recta de meta y me quedan los 100 metros de disfrutar. Es de noche, la meta está iluminada con focos y luces y la alfombra morada llega casi hasta donde estoy. Precioso. Cuando voy llegando, busco a mi gente para parar a darles un beso antes de entrar. De repente oigo el redoble de batería con el que empieza el Born To Run. ¿Puede ser casualidad? Esto es de película. Beso a las niñas, a mi hermana, de repente sale humo del suelo, suena Springsteen a toda leche, cruzo la nube y entro en meta brazos en alto y gritando al cielo.

Jooooooooooooooooooder que chulada!!!

¿Se puede soñar con una entrada en Meta más épica? No, no se puede. Momento para recordar el resto de mi vida. ¡¡Acojonante!!

Luego me contaron las chicas que la canción se la pidieron ellas al DJ que estaba en meta, y que la pusieron cuando me vieron aparecer. No se pueden hacer una idea de cómo me moló y de todo lo que significa para mí. ¡¡GRACIAS!!

He terminado la maratón en 4 horas y 3 minutos. Un tiempo bestial para mi en un triatlón de larga distancia.

Tiempo total en meta con las transiciones incluidas de 12 horas y 3 minutos. Un poco más que en el primero, pero aquí la bici era unos kilómetros más larga, así que no se pueden comparar.

No puedo estar más contento.

He terminado un Iron Man disfrutando. Disfrutando muchísimo. Me lo he pasado como un enano y estoy orgullosísimo de haberme enfrentado al miedo por lo que sufrí en el primero y haberlo superado.

En el 2017 dije que nunca repetiría.

Hoy me alegro de haber repetido

Y creo que volveré a hacerlo, casi seguro.

Es tanta la satisfacción que se siente al cruzar la meta, que lo compensa todo.

Y para terminar, agradecer, como siempre, a las niñas y a Patricia su apoyo incondicional. Durante todo el día de la prueba, pero, sobre todo, los meses anteriores, que son los duros de verdad. Sin ese apoyo, esto es imposible de hacer. A Susi por darse la paliza, ser mi amuleto en los IronMan y por organizar los cánticos de la afición, que eran chulísimos. Y a Alex, Manu, Bea, Ampa y Eli, que se quedaron toda la tarde animando después de hacer su carrera. Una pasada, de verdad. 

GRACIAS

Muy, muy, muy contento

Y ya pensando en el próximo reto…

“Aprendí que el coraje no es la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre él” Nelson Mandela

5 comentarios en “ICAN Triatlón Larga Distancia – Gandía – 21/10/2023

  1. Increible!!! es que como si lo estuviera reviviendo!!!! que grande eres!!!! y sobre todo .. disfrutarlo y acabar tan bien!!!!! impresionante!!!!! mil enhorabuenas!!!!!

Deja un comentario